Yo respeto a los pendejos, tolero a los pendejos. No podría ser de otra manera una vez que yo mismo, excepto por algunos destellos de lucidez brillante cuya duración se encuentra en el orden de los microsegundos, soy un pendejo también. De hecho, es muy probable que esté escribiendo puras pendejadas; por lo que le advierto, en mi condición de pendejo humilde, que tal vez no sea conveniente seguir leyendo esto. Si fuese su voluntad continuar, me deslindo de toda responsabilidad y declaro que de ninguna manera soy uno de los tipos de pendejo descritos a continuación.
Me parecen indignos de cualquier miramiento los pendejos pretenciosos e intencionados de convertirnos a los demás en víctimas de su pendejez, y peor aún el intento de imponer la misma a alguien más. Dicha intencionalidad de victimización o imposición es un concepto cuestionable ya que la intención requiere de voluntad y ésta requiere de decisión y libre albedrío y la presencia de tales cualidades bajo la influencia de la pendejez son, una vez más, dudosas. No obstante estos temas sean interesantes y dignos de reflexión, el juicio de la acción debe considerar tanto intención como consecuencia y por lo tanto, para evitar sufrir las consecuencias de la pendejez ajena, se debe denunciar y mantener gran distancia de cualquier pendejo victimizador o impositivo.
Invito a quien quisiere reflexionar conmigo sobre el vasto mundo de la pendejez y sus múltiples manifestaciones. Eso sí, no pueden decir que los he victimizado o intentado subyugar con mi pendejez, pues yo advertí en el primer párrafo que esto era una pendejada.
“Ser pendejo no es vergonzoso, lo es el aparentar que no lo somos.”
- Pendejo anónimo-